La hoja corta la carne, y me sacude un estremecimiento de placer, de oscuro regocijo. La venganza no se sirve siempre en plato frío.
La sangre tiñe la nieve de rojo, y los cuervos piden su parte con graznidos roncos y graves, agitando su plumaje negro y escrutándolo todo con sus ojos azabaches y calculadores.
La gloria recorre mi cuerpo.
Me siento bien, o mejor que bien.
Me siento imparable.
Muy buen relato :D corto, pero intenso. Un cordial saludo
ResponderEliminarGracias:D ¡un beso!
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